Hablar del acompañamiento sano a la primera infancia, en la actualidad, pasa por conocer la labor de dos mujeres que revolucionaron y siguen haciéndolo, la mirada social hacia la infancia. Se trata de María Montessori y Emmi Pikler, cuyas aportaciones han sido claves en el cambio de paradigma educativo.

Ambas comparten titulares de sus historias de vida, fueron mujeres y médicas, a las que les fueron encomendados “guetos infantiles” sobre los que nadie quería saber, en “faros” para la humanidad, a los que mirar para dirigirnos hacia una existencia armónica con nuestro entorno tanto interno como externo.

María Montessori (1870-1952)

La labor de María Montessori es mundialmente conocida, quizás es la pedagogía que más personas han escuchado, aunque conocerla, entenderla y saber aplicarla es algo muy, muy distinto. Para las personas que aún no sepáis por qué es tan importante su aportación al mundo os invitamos a ver esta película:  “Maria Montessori: Una Vida dedicada a los niños”

María Montessori no desarrolló su pedagogía para los primeros años de vida, ya que quizás nunca pensó que la sociedad cambiaría tanto como para escolarizar a criaturas de menos de 3 años. Cuando esto ocurrió, las interpretaciones de su método para adaptarlo a esta edad se precipitaron para dar respuesta a una demanda social o mejor dicho, institucional.

Para entender la aportación de María Montessori a la primera infancia no podemos basarnos en interpretaciones posteriores, ya que podemos ver como estas, muchas veces, son incoherentes con la máxima montessoriana:

«No me sigáis a mí, seguid al niño»

La filosofía montessoriana se basa en crear el ambiente apropiado, tanto físico como psíquico para que las personas desarrollen todo su potencial, por lo tanto, es imprescindible conocer profundamente las necesidades de las personas que van a habitar un espacio antes de crearlo, ya que podemos caer en que el ambiente sea más importante que las personas a las que sirve, y ejemplos de esto los vemos frecuentemente en salas Montessori.

Por ello no debemos dejar pasar otro aspecto de suma importancia en la visión montessoriana del acompañamiento  a la infancia, que no es otro que la reeducación del adulto que acompaña, cuida y protege a la criatura. En palabras de María Montessori:

“Para educar al niño de manera distinta, para salvarlo de los conflictos que ponen en peligro su vida psíquica, es necesario en primer lugar, un paso fundamental del cual depende todo el éxito: es el de modificar al adulto”.

Emmi Pikler (1902-1984)

Es aquí donde entra la aportación de Emmi Pikler al acompañamiento de la infancia dentro de los parámetros de salud y bienestar. Si no conocéis su labor os recomendamos ver este documental con el que podréis entender un poco mejor la importancia de su visión: “Loczy, un hogar para crecer”

Emmi Pikler estudió durante años el desarrollo infantil en el contexto de los hogares y la vida cotidiana. El resultado de esta extensa labor de observación y de su propia experiencia como madre es un profundo conocimiento de las capacidades de los niños y niñas que se traduce en una mirada a la infancia basada en el respeto y la conciencia.

El Instituto Loczy era un hogar para niños abandonados o cuya tutela era asumida por el estado por diferentes razones. Emmi Pikler renovó por completo la forma de trabajo y los espacios de este lugar, con el objeto de reducir al mínimo los efectos de la institucionalización.  Así, creó un ambiente de respeto y amor, en el que supieron compensar la carencia fundamental de una madre, dándoles lo necesario para desarrollarse con la mayor salud física, mental y emocional posible.

 

En ambas visiones el centro está ocupado por la criatura, y todo lo demás (acompañantes, espacios, tiempos, materiales…),  gira en torno a la satisfacción de necesidades de esta, para que desde bienestar y satisfacción pueda adueñarse de su necesidad de aprendizaje, y explorar un entorno rico en experiencias adecuadas a su fase de desarrollo.

Es por ello, que entendemos que ambos enfoques no sólo son complementarios en su esencia, sino que en lo que respecta a la pedagogía Montessori aplicada a los 3 primeros años de vida, es imprescindible la aportación pikleriana si se quiere asegurar un acompañamiento respetuoso con sus procesos vitales.